Pocas cosas hay tan difíciles como disculparse, obviamente la dificultad no radica en la humillación por asumir un error, sino más en la incertidumbre de cómo será recibida esta disculpa por el ofendido.
Nos suele dar miedo pensar que puedan usarla para ridiculizarnos o como herramienta de manipulación, ya que cuando realizamos este digno acto, por un momento estamos poniendo en manos de otro ser humano un pedacito de nuestro corazón, a ver a veces también un poco de cerebro porque no soportamos el sentimiento de culpa.
Opino que lejos de lo que puede parecer, el liberado es aquel que pide perdón ya que esta tirando sobre el tejado del otro un balón con un gran peso, esta es la razón de que haya que ser cuidadoso a la hora de aceptar unas disculpas, no sean estas un regalo envenenado que se convierta en costumbre. Pero siendo algo optimistas y pensando que en muchas ocasione son sinceras, tenemos que tener en cuenta, qué independientemente de nuestra decisión después, solo por este hecho la persona merece nuestro respeto, y no debemos abusar.
Dicho esto apunto también para los que no se animan a disculparse ya sea por orgullo, vergüenza o vete tu a saber que otra excusa, que no hay nada mas bonito que una reconciliación y que no es algo que haya que dar tiempo a que se enfríe, es mejor pecar de exceso que de defecto, y no es el ofensor quien tiene que medir el daño de su ofensa, también este debe respetar que el dolor causado es propiedad del ofendido.
Mi recomendación es que nunca te vayas a dormir antes de pedir disculpas o resolver un conflicto.
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